Bueno, perdón, van a tener que disculparme, pero no voy a poder dar la charla.
No puedo, lo veo mal, lo veo injusto, me sentiría inmoral porque, según nos han enseñado, los perdedores pueden dar pena, pueden dar ternura, pueden dar rating, miedo, ahora, ¿una charla?
No, es ridículo. Sin embargo, acá me ven.
Por eso vine. Porque me ven.
Mis compañeros, mis vecinas, en su inmensa mayoría, no tienen tanta suerte.
Son invisibles todavía.
Y yo no quiero ser el blanco de ninguna hipocresía.
Hace 16 años que no quiero.
Cuando fundamos una organización de base donde todos los "no vecinos" de las villas fueran anónimos por estatuto, para no taponar a los "sin voz" tampoco con las voces de sus propios voceros.
Un movimiento para que los hombres blancos aprendiéramos a perder lugar entre tantas mujeres negras que nos enseñan a compartirlo.