每日西语听力

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Triste en verdad y dolorosa era la situación de los judíos en la Edad Media: odiados y menospreciados de los más, sus hermanos los cristianos hacían a su alrededor un denigrante vacio, les maldecían convirtiéndolos en tristes individuos de una raza precita.

Sin embargo, a pesar de los vejámenes y violencias de que eran víctimas en casi todos los pueblos de Europa, sus negocios iban viento en popa, y no eran parte los fuertes tributos que se les imponían, para que dejaran de aumentar sus riquezas.

Al judío recurrían los nobles y los grandes comerciantes en caso de apuro, y las sumas enormes que a título de intereses les exigía por las cantidades que les prestaba, venían a aumentar aquel caudal de riqueza que llenaba las áreas de los Israelitas, haciéndoles los reyes del oro.

Uno de los más ricos judíos de Venecia era Shylock; lo cual no quiere decir que viviese con gran fausto, sino antes al contrario, se trataba como un miserable, teniendo por toda servidumbre un joven bufón.

Toda su familia se reducía a una niña, llamada Jésica, en nada parecida a su padre, pues así como él era avaro y de carácter melancólico, ella era alegre y pródiga, de temperamento frio, sin respeto ni voluntad alguna hacia su raza y familia, no suspirando en este mundo por otra cosa que por huir de la atmósfera de avaricia de su hogar y gozar de las diversiones y pasatiempos de que se veia privada por la severidad y misantropía de Shylock.

No paraba aquí la cosa; habiendo conocido a un apuesto joven veneciano, llamado Lorenzo, le había prometido, en secreto, su mano.

No esperaba, pues, sino una ocasión propicia para escaparse con su prometido, abandonando junto con su hogar, la religión de sus padres.

Shylock, a fuer de buen judío, odiaba a los cristianos; pero sentía una particular aversión hacia un opulento mercader llamado Antonio, aversión que se fundaba no solo en el aire de desprecio que observaba en el cristiano, siempre que por razones de negocio tenían que alternar, sino también (y muy principalmente) porque el cristiano prestaba sin interés, y ello naturalmente hacia bajar en Venecia el coste del dinero.

Además, varias veces había Antonio rescatado con dinero de su bolsillo a pobres infelices que Shylock hiciera meter en la cárcel por insolvencia, y a menudo en publica plaza de Rialto, en presencia de los negociantes reunidos, no se recataba de censurar la avaricia y rapacidad de los judíos usureros.

Antonio, pues, había herido en lo mas vivo a Shylock: este, en su orgullo de judío (pues Shylock lo era de pura raza), y en su amor al dinero (las dos pasiones que zahiriera Antonio); volvía y revolvía en su ánimo, en los momentos que sus especulaciones le dejaban libres, las ofensas recibidas de aquél y resolvió vengarse cruelmente a la primera ocasión que se le presentase de satisfacer su antiguo rencor.

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