Hace cientos de años, al sur de Chile, vivían los indígenas conocidos como mapuches.
Los miembros de estas tribus se refugiaban en cuevas, no conocían el fuego y sobrevivían gracias a lo que la naturaleza les regalaba.
Cada día salían a cazar algún animal para comer y recogían todos los frutos que podían para alimentar a sus familias.
Si querían realizar todas estas tareas, tenían que aprovechar al máximo la luz del día, pues uno de sus mayores temores era enfrentarse a la oscuridad.
Una noche, un hombre mapuche llamado Caleu se sentó a contemplar la luna en la entrada de su cueva.
De repente, vio una enorme estrella de larga cola que atravesaba el cielo.
Un resplandor cegó sus ojos e iluminó por momentos todo el valle.
¡Caleu se asustó muchísimo porque no tenía ni idea de qué era eso!
A toda prisa entró en la cueva y tembló en una esquina.
Permaneció despierto hasta el amanecer, y aunque se moría de ganas de contar a todos lo que había visto, decidió no decir nada a nadie, para que el temor no se extendiese por la aldea.