Tiene un barco en camino para Trípoli; otro para las Indias: acabo, además, de saber en Rialto, que tiene un tercer barco en Méjico y que otro, el cuarto, está camino de Inglaterra, sin contar otros que andan esparcidos y diseminados por el mar.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que un barco es un conjunto de cuatro tablas y que los marineros son hombres de carne y hueso, y que así como hay ratones de tierra y ratones de mar, también hay ladrones marinos, quiero decir piratas: además, hay muchos peligros de vientos, tempestades y escollos.
A pesar de todo, Antonio es solvente, y su fianza me parece aceptable.
— Podéis con toda tranquilidad aceptarla— dice Basanio.
— Eso quiero yo precisamente — replica el judío con una especie de gruñido— y por lo mismo deseo que reflexionéis. ¿Podría yo verme con Antonio?
— Aquí le tenéis — responde Basanio, observando que andaba por allí el negociante.
El cual, a su vez, hizo a Shylock la demanda que le hiciera Basanio y urgía al judío a que le respondiese.
La hiel que se había ido lentamente depositando en el corazón del judío, reventó por fin en un acceso de ira desenfrenada, y recordando a Antonio el implacable desprecio y los insultos y desmanes de que le había públicamente colmado, díjole con aire de soberano vencedor:
— Ha llegado ya el momento en que necesitáis de mi ayuda: hoy venís a mí y me decís: «Shylock, préstanos dinero.»
Vos sois quien me dice esto, vos que cuando no me necesitabais, me dabais del pie como se da a un perro al echarlo a la calle.