En el tiempo que viví en Argentina, aprendí mucho, muchísimo.
Pude ver los contrastes y me llamaron mucho la atención.
No podía creer como había niños que no tenían acceso a Internet, ni ordenadores, ni móviles.
Es decir, vivíamos en el mismo país, en el mismo año, pero en la práctica a 30 años o más de diferencia.
En unas vacaciones, fui con mi familia a llevar ropa y material escolar a una escuela rural que no tenía recursos y sus alumnos tampoco tenían formación laboral.
Nunca olvidaré su reacción cuando enseñé el móvil de mis padres y les mostré que podíamos jugar videojuegos, ver videos, sacar fotos.
Si hubiera tenido la oportunidad, me hubiera gustado que todos tuvieran uno.
Creo que ahí comenzó a gestarse mi sueño.
Siempre me gustó unir piezas e intentar que se pareciera a lo que tenía en mente.
A veces cuando me faltaba una, le pedía a mi madre y siempre me respondía que tenía que arreglarme con le que había en la casa.