Hace tres años, mi ojo izquierdo quedó completamente ciego.
Perdí la visión, producto de un desprendimiento de retina.
Afortunadamente, gracias a una operación, lentamente fui recuperando la visión.
Y lo primero que redescubrí fue lo que tenía más cerca, la naturaleza.
Vivo en un pequeño cerro rodeado de un bosque precioso, el bosque esclerófilo, un bosque endémico de la zona central de nuestro país.
Y empezar a ver nuevamente sus formas, su contornos, sus colores, las nervaduras de sus hojas fue una experiencia extraordinaria.
Y así, creyendo que había recuperado la visión, llegó el 18 de octubre del año 2019, y con él el estallido social chileno, como se conoce a nuestro movimiento social.
Ese día, miles de personas, millones de personas... mujeres, hombres, jóvenes, adultos mayores, salieron a las calles a marchar para pedir dignidad.
En ese momento, volví a sentir el dolor de la ceguera, pero una ceguera diferente.
Una ceguera de haber estado sin ver la realidad de mi país y sin ver la realidad de mis hermanos y mis hermanas, y eso me produjo un profundo dolor.
