Majestades, Altezas, Presidente del Congreso de los Diputados, Presidenta del Senado, Presidente del Tribunal Constitucional, Ministras y Ministro, Presidente del Principado de Asturias, Presidente de la Junta General del Principado, General del Gobierno, Alcalde de Oviedo y demás autoridades, embajadores, Querida presidenta de la Fundación Princesa de Asturias, queridos patronos, jurados y premiados, señoras y señores.
Recordemos, José Hierro, María Zambrano, Román Perpiñagrau, Jesús López Cobos, José López Portillo y Alberto Sols García, Fueron los primeros premios entonces Príncipe de Asturias y aquella fue mi primera ceremonia de entrega.
En aquel momento yo tenía 13 años y durante los 43 que han transcurrido desde entonces he conocido a hombres y mujeres admirables.
De lugares cercanos y lejanos, con magníficas trayectorias y logros increíbles, individuales o colectivos, y de un impacto enorme para el progreso de nuestras sociedades.
A lo largo de estas más de cuatro décadas, los últimos 20 años junto a la Reina y, más recientemente, también con la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, he tenido el honor y la responsabilidad de elogiar a los galardonados, de pronunciar la laudatio en esta ceremonia.
Por eso, permítanme que comparta con ustedes un pensamiento íntimo.
Entenderán que les diga que veo con emoción de rey y de padre que Leonor, Presidenta de la Fundación, que lleva su nombre, se encargue de hacerlo a partir de ahora, como acabamos de escuchar y de ver hace un instante.
Para mí ha sido un grandísimo privilegio y todo un aprendizaje continuo, emocionante, gratificante.
Imaginen lo que ha supuesto conocer de una manera tan próxima a personas tan extraordinarias como nuestros premiados.
De sentir que he crecido en todos los sentidos, recibiendo cada año la guía y el ejemplo de sus vidas, de sus obras, y que para ti, Leonor, junto a tu hermana Sofía, lo estás siendo ya.