En los dos, el genial pintor logró perpetuar dos momentos memorables en que el pueblo español supo mostrar su heroísmo y su espíritu de sacrificio durante la guerra contra la invasión francesa.
Lo que sí vemos en el centro geométrico de la tela, brillantemente iluminada por la luz de la ventana, es a la infanta Margarita Teresa, única hija legítima del rey en ese momento.
Yo siempre digo que cuando llegamos al mundo somos un lienzo en blanco y el resto de personas de nuestro entorno y los acontecimientos que nos van pasando van pintando ese lienzo.
Mediante el uso hábil de la perspectiva y el tamaño natural de la obra, un lienzo de 3,18 m x 2,76 m, Velázquez desdibuja la frontera entre arte y realidad y crea una tridimensionalidad.
Tenemos ante nosotros una de las pinturas que conforman una serie de ocho lienzos, conocida para algunos como Las Fiestas del Papagayo o Las Fiestas del Ommegang, pero es curioso el origen de este encargo.