Comprendió que la forma más rápida de cambiar consistía en reírse de la propia estupidez, pues sólo así puede uno desprenderse de ella y seguir rápidamente su camino.
Observé de nuevo el retrato de aquella pareja y tuve la certeza de que aquel muchacho era Julián Carax, sonriéndome desde el pasado, incapaz de ver las llamas que se cerraban sobre él.
Sabía que las naves llevarían a los puertos de Nubia la fama del hombre bermejo, del esclavo y del león, y que, tarde o temprano, el Bojarí lo vendría a buscar en su laberinto.
Miré hacia ambos lados para buscar un lugar adecuado donde desembarcar y evitarAubiera demasiado, pues tenía la esperanza de ver algún barco en el mar y, por esto, quería mantenerme tan cerca de la costa como pudiese.