Jane tenía muy buen aspecto, y Elizabeth casi no tuvo lugar de examinar su estado de ánimo, pues su tía les tenía preparadas un sinfín de invitaciones.
Estaba dispuesta a pasarlo bien y muy animada, pues había encontrado a su hermana con muy buen aspecto y todos los temores que su salud le inspiraba se hablan desvanecido.
Era capaz de saber lo que tenía un enfermo sólo por su aspecto, y cada vez desconfiaba más de los medicamentos de patente y veía con alarma la vulgarización de la cirugía.
Si lo notaba sonriente, la frente lisa, los ojos sosegados, le hacía preguntas que pudieran halagarlo, lo escuchaba con profunda atención, asentía, abría mucho los ojos y le preguntaba si quería que le limpiara el auto.