Bajo la primera luz de la mañana el cementerio estaba más claro, y desde su posición elevada, los monolitos que le rodeaban le hacían sentirse como en Stonehenge.
Al fin se rindió; cerró más el ángulo de abordaje, y sumó sus últimas fuerzas para alcanzar el borde de la canal, que rasaba los peñascos del Teyucuaré.