Cabría considerar que el almacenamiento de material con diversos grados de enriquecimiento en un banco de combustible aumenta la seguridad del suministro.
Sólo el personal del registro tiene acceso a ellos, y una empresa de seguridad proporciona servicios de vigilancia fuera del horario normal de trabajo.
Sin embargo, el material del banco se encontraría precisamente en aquellos países en los que menos confían los interesados en recibir garantías del suministro.
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas inspecciona periódicamente las existencias de armas químicas antiguas almacenadas en el Laboratorio de Porton Down.
Se solicitan recursos para continuar los trabajos de digitalización de la información de los archivos jurídicos, incluidos los registros almacenados en los archivos de la Organización.
Número 9 Plaza de San Francisco de Asís, donde encontramos el convento homónimo del siglo XVIII que incorpora muchos objetos religiosos de carácter histórico.
Sin embargo, no tuvo valor para trastear en los cajones, donde suponía que Florentino Ariza guardaba las cartas personales de sus incontables queridas.
También tomaba diariamente una taza de aceite de hígado de tiburón sacándolo del tanque que había en la barraca donde muchos de los pescadores guardaban su aparejo.
El siguiente tramo de pasillo y sus correspondientes habitaciones servirían de zona de trabajo: taller, almacén, cuarto de plancha, depósito de acabados e ilusiones, todo lo que cupiera.
Olimpia era sagrada por los Juegos y por los ritos religiosos vinculados con ellos, de modo que los tesoros que eran ofrendados a Zeus podían ser depositados tanto allí como en Delfos.
Conoció el gusto de las guascas ensebadas, de los zapatones untados de grasa, del hollín pegoteado de una olla, y —alguna vez— de la miel recogida y guardada en un trozo de tacuara.
Puse en el borriquete de madera la silla, el bocado y el ronzal del pobre Platero, y lo llevé todo al granero grande, al rincón en donde están las cunas olvidadas de los niños.
Originalmente, los cuatro lienzos estuvieron juntos en la capilla San José de Toledo, propiedad del marqués de Eslava, hasta que los dos últimos pasaron a formar parte del fondo artístico del museo estadounidense.