La escribió a mano, en papel perfumado y con tinta luminosa para leer en la oscuridad, y dramatizó sin pudores la gravedad del percance tratando de suscitar su compasión.
Ella se demoraba en el baño enrollando sus cigarrillos de papel perfumado, fumando sola, reincidiendo en sus amores de consolación como cuando era joven y libre en su casa, dueña única de su cuerpo.
Sí, es León, vestido ya y perfumado para la música del anochecer, con su saquete a cuadros, sus botas de hilo blanco y charol negro, su descolgado pañuelo de seda verde y, bajo el brazo, los relucientes platillos.
Sin embargo, cuando logró dominarlo en el remanso perfumado del camarote, hicieron un amor tranquilo y sano, de abuelos percudidos, que iba a fijarse en su memoria como el mejor recuerdo de aquel viaje lunático.
El aire estaba perfumado por varios manzanos y los prados se extendían en la distancia hasta las brumas perlas y púrpuras del horizonte, mientras Los pajarillas cantaban como si juera el único día de verano de todo el año.
Ana estaba sentada frente a su ventana abierta, olvidada de la angustia de los exámenes y de las calamidades del mundo, embebida en la belleza del atardecer de verano, dulcemente perfumado por los aromas de las flores que subían del jardín.
Esa bolsa negra, brillante y perfumada para esconder nuestros olores y no dejar ver nuestras miserias es, en realidad, un universo de información y posibilidades, un botín de prejuicios y hasta una potencial obra de arte