Todos los días hago lo mismo: me levanto a las siete en punto, me baño, me cepillo los dientes, me peino y luego voy al comedor de estudiantes a tomar el desayuno.
Cuando su madre le ordenó salir del dormitorio, no se peiné ni se lavé la cara, y subió al tren como un sonámbulo sin advertir siquiera las mariposas amarillas que seguían acompañándola.
Le pusieron el traje de la abuela con que llegó al convento, le lavaron y peinaron la cabellera suelta para que le arrastrara mejor, y la virreina misma la llevó de la mano a la mesa del esposo.
Ethel Marr era considerada por todos los jueces competentes como la que poseía el mejor estilo para peinase, y Jane Andrews, la sencilla, trabajadora, escrupulosa Jane, se llevaba todos los honores del curso de economía doméstica.