Cuando las carabelas de Colón atracaron en islas de nombres raros y nuevos para Europa no solo comenzó un intercambio de metales, alimentos, utensilios y costumbres: empezó un nuevo y definitivo viaje de nuestro idioma.
El castellano que traían los tripulantes se encontró con decenas de lenguas ya asentadas en la zona—taíno, náhuatl, quechua, guaraní, lenguas mayas, entre muchas otras—, y ese contacto lo marcó para siempre.
Desde finales del siglo XV y a lo largo de los siglos XVI al XIX, el español incorporó voces americanas que hoy creemos "de toda la vida" como hamaca, maíz o chocolate.
Recorre con este video un repaso a la historia y esta última gran transformación de la lengua de Cervantes.
Comencemos con el período de 1492 a 1510: el encuentro de dos mundos y los tainísmos del caribe.
El 12 de octubre de 1492 marca un punto de inflexión: con los primeros contactos en las Antillas, el español se topa con la lengua taína (que pertenece a la familia de lenguas arahuacas).
Muy pronto, los cronistas empezaron a registrar voces que el castellano no conocía.
En los escritos asociados al primer viaje se consignan términos como canoa (embarcación tallada en un tronco), hamaca, cacique o huracán; el filólogo español Manuel Ariza subrayó que ya en 1493, estas palabras aparecen en cartas de Colón, y que los cronistas de la época los difundieron de inmediato, siendo "canoa" el primer indigenismo emblemático.
La impronta taína se volvió "oficial" en la lexicografía del español de forma acelerada.
Entre 1494 y 1495, Antonio de Nebrija publica su Vocabulario español-latino; los estudios sobre la datación de la obra han mostrado que allí aparece canoa, un americanismo que respalda la impresión definitiva del Vocabulario y prueba la veloz integración de voces caribeñas al castellano peninsular.