A lo largo de seis siglos, el Altar de Gante ha sido quemado, falsificado y saqueado en tres diferentes guerras. 
Es, en efecto, la obra de arte más robada del mundo. 
Y, a pesar de que ha revelado algunos de sus secretos, otros los ha mantenido escondidos. 
En 1934, la policía de Gante en Bélgica escuchó que uno de los paneles del Altar, con frente y reverso separados, había desaparecido repentinamente. 
El comisionado de policía investigó la escena, pero determinó que un robo en una tienda de quesos era un asunto más urgente. 
Doce notas de rescate aparecieron durante los siguientes meses, y hasta se devolvió una mitad del panel como muestra de buena fe. 
Mientras tanto, el restaurador de arte Jeff van der Veken pintó una replica de la otra mitad para exhibirla hasta que apareciese el original. Pero nunca apareció. 
Algunos sospechaban que participó en el robo y que, al fallar las peticiones de rescate, simplemente pintó sobre el original y lo presentó como su réplica. 
Pero una respuesta definitiva no llegaría por décadas. 
Tan solo seis años después, Hitler estaba planeando un gran museo, pero le faltaba su posición más deseada: el Altar de Gante.