Hay muchas razones para viajar a Latinoamérica: la comida, la gente amable, la naturaleza y, sobre todo, su increíble historia.
Caminar por algunos de los lugares donde vivieron grandes civilizaciones, como los incas, los mayas y los aztecas, no tiene precio.
Pero cuando muchas personas llegan a los antiguos templos y ciudades, se dan cuenta que las ruinas son solo eso, ruinas, paredes caídas, piedras sueltas, apenas una sombra de lo que alguna vez existió.
Y esto no es una casualidad: los conquistadores españoles tenían el hábito de destruir, tapar o reutilizar los sitios sagrados de los nativos.
En Cholula, por ejemplo, coronaron la pirámide más grande de América con una iglesia católica.
En Ciudad de México, el Templo Mayor, un templo superimportante para los aztecas, quedó enterrado bajo la Catedral Española.
Y en Cusco, el Templo del Sol, el lugar más sagrado de los incas, fue destruido, y sus piedras, utilizadas para construir un monasterio.
¿Pero qué tal si te digo que hay un sitio que no fue saqueado, demolido ni reutilizado?
Un lugar que se mantiene prácticamente intacto hasta el día de hoy.
Ese lugar existe, y es Machu Picchu.