Barranquilla abre sus puertas para poner en la vitrina gastronómica mundial una cocina que sobresale por una amplia fusión de productos y técnicas.
Sabores africanos, criollos, europeos y latinoamericanos, entre otros, son protagonistas de recetas que hablan de inmigración y le dan paso a un estilo único y variado.
Esta comunión en la mesa le permite a sus comensales encontrarse con la cultura local y con quienes relatan historias desde sus platos, utilizando la identidad de la región como ingrediente primordial para exponer valores culinarios que rescatan los saberes de cocineras y cocineros tradicionales.
La transformación que se ha dado en los fogones se ha traducido en los últimos años en un agente pedagógico para nuevas cocinas que sobresalen que van más allá del arroz, los plátanos, el coco, las aves de corral e incluso los guisos.
Eso sí, sin perderlas de vista en las propuestas que funcionan sus raíces con creatividad.
El río Magdalena es el verdadero vehículo de sabor.
Por él, se puede llegar a un espacio deleite de la buena mesa donde están latentes los intercambios de conocimiento para la cocina de tradición.
La intendencia fluvial huele y sabe a Barranquilla.
El bocachico en cabrito es insignia y los paladares se antojan de probar este plato típico que se rellena con verduras sofritas.
Se envuelven hojas de bijao, se amarra con cuerda o cabuya de fique y por último se asa el carbón.