每日西语听力

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Todas las tardes el joven pescador salía al mar y lanzaba sus redes al agua.

Cuando el viento soplaba de tierra no conseguía coger nada o muy poco a lo sumo, pues era un viento cruel de alas negras, y olas tempestuosas que se levantaban a su encuentro.

Pero cuando el viento soplaba hacia la costa, emergía el pescado de las profundidades y nadaba entre las mallas de sus redes, y él lo atrapaba para venderlo en la plaza del mercado.

Todas las tardes salía al mar, y una vez la red era tan pesada que apenas pudo subirla dentro de la barca.

Riendo se dijo: «Seguro que he capturado todos los peces que nadan, o apresado un obtuso monstruo que asombrará a los hombres, o algo horroroso que la gran reina deseará».

Y empleando todas sus fuerzas tiró del tosco cabo hasta que, como líneas de esmalte azul alrededor de un jarro de bronce, asomaron las largas venas de sus brazos.

Tiró de las cuerdas delgadas, y poco a poco avanzó el círculo de corchos llanos, y, al fin, apareció la red a flor de agua.

Pero no había en ella ningún pez, ningún monstruo o ser horroroso, sino solo una sirenita que reposaba profundamente dormida.

Su cabellera parecía un húmedo vellón de oro, y cada cabello una hebra de oro fino en una copa de cristal.

Su cuerpo era como blanco marfil, y su cola, de plata y perlas.

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