每日西语听力

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Los ojos del joven pescador se llenaron de lágrimas al oír las amargas palabras del sacerdote, y se levantó y le dijo: —Padre, los faunos viven en la selva y están contentos, y sobre las rocas se sientan los tritones con sus arpas de oro rojizo. Déjame ser como ellos, te lo ruego, pues sus días son días floridos. Y en cuanto a mi alma, ¿de qué me sirve si se interpone entre yo y el ser que amo?

El amor del cuerpo es vilexclamó el sacerdote, frunciendo el ceño—, y viles y malignos son los seres paganos que Dios permite vagar por su mundo. ¡Malditos sean los faunos del bosque, y malditos los cantores del mar!

Los he oído de noche intentando desviarme de mi rosario. Me llaman con suavidad y ríen. Murmuran en mis oídos el cuento de sus goces peligrosos. Intentan atraerme con tentaciones, y cuando quiero rezar me hacen muecas. Están perdidos, te digo: están perdidos. Para ellos no hay cielo ni infierno, y en ninguno de los dos podrán alabar el nombre de Dios.

Padreexclamó el joven pescador—, no sabes lo que dices. Apresé una vez en mi red a la hija de un rey. Es más bella que el lucero de la mañana, tan blanca como la luna. Por su cuerpo yo daría mi alma, y por su amor renunciaría al cielo. Responde a mi pregunta y déjame marchar en paz.

—¡Atrás! ¡Atrás!—gritó el sacerdote—. Tu amante está perdida y te perderás con ella. Y sin darle la bendición le puso en la puerta.

El joven pescador se dirigió a la plaza del mercado, andando despacio y con la cabeza baja, como quien está apenado.

Cuando los mercaderes le vieron llegar, empezaron a murmurar entre ellos, y uno se adelantó a su encuentro, y, llamándole por su nombre, le dijo: —¿Qué vendes?

Te vendo mi almacontestó él—. Te ruego que me la compres, pues estoy cansado de ella. ¿De qué me sirve el alma? No puedo verla. No puedo tocarla. No la conozco.

Pero los mercaderes se mofaron de él, y dijeron: —¿De qué nos sirve un alma humana a nosotros? No vale ni una vulgar moneda de plata. Véndenos el cuerpo como un esclavo y te vestiremos de púrpura, y pondremos un anillo en el dedo, y serás el privado de la gran reina. Pero no hables del alma, pues de nada nos sirve, ni tiene valor alguno para nuestro servicio.

Y el joven pescador reflexionó para : «¡Qué extraña cosa es esta! El sacerdote me dijo que el alma vale más que todo el oro del mundo, y los mercaderes dicen que no vale ni una vulgar moneda de plata».

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