Mientras el chófer conducía el coche en dirección a Windsock Drive, consultó su lista de pasajeros e hizo una rápida llamada.
-Servicio de limusinas Beltway -dijo el chófer con eficiencia profesional-.
Me han indicado que confirmara el aterrizaje de mi pasajero.
-Hizo una pausa-.
Sí, señor. Su invitado, el señor Langdon, acaba de llegar.
A las siete de la tarde estará en el edificio del Capitolio. Gracias, señor -y colgó.
Langdon no pudo evitar sonreír. «No ha dejado piedra por mover.»
El detallismo de Peter Solomon era una de sus más potentes bazas, y le permitía gestionar su considerable poder con aparente facilidad.
«Unos pocos miles de millones de dólares en el banco tampoco hacen ningún daño, claro está.»
Langdon se acomodó en el lujoso asiento de piel y cerró los ojos mientras el ruido del aeropuerto quedaba cada vez más lejos.